El escudo de Pampliega realizado por Fray Valentín de la Cruz.

ESCUDO MUNICIPAL DE PAMPLIEGA, BURGOS

Pocas veces el pretendido heraldista se ha encontrado en tan graves apuros como ante el propósito de or­denar para la villa de PAMPLIEGA sus apropiadas armas. Es larga y densa su Historia sin que falte la hipótesis de que - nos hallamos ante la ciudad AMBISNA, mencionada por el geó­grafo Ptolomeo. La luz comienza a crecer ante la posibilidad de que PAMPLIEGA sea derivación de POMPEIICA, ciudad fundada por Pompeyo en sus campañas mesetarias.

 

Finalmente, nos hallamos ante el hecho cierto de la existencia de un poblamiento romano probado por hallazgos de monedas y otros testimonios arqueológicos. Cierta parece de toda verdad la existencia en PAMPLIEGA de un monasterio, cuyo titular era San Vicente, mártir y diácono. Sabido es que los visigodos preferían habitar las ciudades romanas a construir­las nuevas por sus manos.

 

Este monasterio pasará a la Historia por el hecho, verdaderamente notable, de haber prestado cobijo y retiro espiritual al rey Wamba tras su destronamiento por Ervigio (680), monasterio en el que el justo e inteligente Wamba paso los últimos siete años de su vida. No acabó la presencia del rey godo en PAMPLIEGA con la muerte. Tuvo sepultura aquí hasta 1274, año en el que el rey Alfonso X, el Sabio, dispuso el traslado a la Catedral de Toledo de los restos del visigodo rey. Una aviesa tradición, mantenida en los pueblos circunvecinos recuerda que Alfonso X actuó de noche y por sorpresa y, por ello apodan de "dormidos" a los habitualmente avispados vecinos de PAMPLIEGA.

 Pero la personalidad, ya milenaria, de PAMPLIEGA comienza a formarse en el siglo X, muy a los principios, cuando las tierras de la confluencia del Arlanza y Arlanzón, comienzan a animarse con la presencia de los reconquistadores que a fines del IX siglo han repasado la fortaleza de Castrojeriz y expanden una actividad repobladora de la que nuestra Villa resultará especialmente beneficiada. Se recuperó el nombre y se habilitaron las ruinas, incluidas las del monasterio benedictino de San Vicente, y PAMPLIEGA volvió a ser señora de la vega del Arlanzón.

 Pronto su historia se fundamentará en la documentación escrita. A fines del siglo X, año de 993, los monjes de San Pedro de Cardeña ya poseen bienes en la Villa. Esta cerraba el ancho Campo de Muñó por el Oeste, a cuyo Alfoz pertenecía. La joven Castilla tenía en él su despensa de pan y de vino; PAMPLIEGA era uno de sus poblamientos más feroces y generosos. Por sus alrededores actúan el obispado de Burgos y los monas­terios de Arlanza, de Cardeña, de Covarrubias y del Moral. El señorío también acude y hasta al Cid Campeador se le hace pre­sente. Crece la prosperidad con el tiempo y los reyes la favorecen con sus fuerzas y privilegios; así Alfonso VII y Alfon­so VIII. Se construye o se reconstruye el puente romano so­bre el Arlanzón, lo que abre al comercio y a la artesanía al vecindario de PAMPLIEGA. Se documentan ya las iglesias y sa­bemos que el monasterio de San Vicente, que todavía albergaba el cuerpo del rey Wamba, es anejado a la abadía de San Pedro­ de Arlanza. Este buen viento se vio favorecido por el conoci­miento que Fernando III y Alfonso X tenían de la comarca en la que habían pasado su infancia y primera juventud.

La Baja Edad Media alterará profundamente los aspectos jurídicos y administrativos de la Villa: El rey Fernando IV, ­en fecha 2 de enero de 1297, la transferirá de su señorío realengo al particular de don García Fernández de Villamayor y a doña Teresa, su mujer. Los García Fernández pertenecían a un linaje poderoso en Castilla Vieja, que habían ostentado altí­simos cargos, y cuyos núcleos de poder estaban en los cercanos lugares de Villaldemiro y de Villamayor de los Montes.

Doña Teresa, ya viuda, venderá su Villa a la ciudad de Burgos, por lo que PAMPLIEGA pasaba del señorío individualiza­do al concejil. No sabemos cuánto pagó la ciudad de Burgos por tal señorío, que Alfonso XI confirmó en 1331. ¿Resultó da­ñina para PAMPLIEGA su incrustación en la ciudad de Burgos, señora de varias villas tan distintas como Briviesca, Miranda, Barbadillo del Mercado, Lara, Condado de Treviño y otras? Contra el sentir altivo de los vecinos de la Villa, parece que no mermó su prosperidad, ni perdieron los privilegios

de portazgo, pontazgos, prendas, etc. que disfrutaban en el reino. Es más, PAMPLIEGA comenzaría a aprovecharse de las franquicias de Bur­gos, que no eran pocas, aunque se lastimaría su orgullo de vi­llazgo independiente.

 De hecho, en este período PAMPLIEGA florece con su mercado semanal: no pagan pechos al rey, salvo monedas y yantar ­y su costo lo encabezaban 16 pecheros con lo que prácticamente quedaba eximido el resto de los vecinos. Así nos lo dice el Libro Famoso de las Behetrías en la última ficha de la Merindad de Candemuñó, reconociéndose esta situación en 1350.

 Simultáneamente, sucede en PAMPLIEGA la repetida inte­gración de otros poblamientos en su concejo: Hoy la Villa amplia sus términos con los que antaño tuvieron SAN ROMAN, cita­do ya en el año 972; SANTIUSTE, mencionado en la documentación de las Huelgas de Burgos, y TORREPADIERNE, defendido por una hermosa torre y casa fuerte. Linajes burgaleses, de su más alta categoría política y mercantil, invierten en casas y tierras del concejo agregado.

 En el siglo XVI se levanta la iglesia parroquial de San Pedro, uno de los monumentos más valiosos de la tierra burgalesa, cuya construcción comenzó en 1548 bajo la dirección del gran arquitecto don Juan de Vallejo, el mismo autor del impon­derable crucero y linterna de la Catedral de Burgos. El reta­blo mayor es obra de Domingo de Amberes. Así PAMPLIEGA construyó un templo para su fe y para elogio de las Bellas Artes.

Al acabar el siglo XVI, la villa contaba 75 vecinos, unos 300 habitantes, que eran 646 en 1843 y 1229 en 1950. PAMPLIEGA ha dado a las sociedades sucesivas muchos hombres conspicuos cuyos apellidos se reiteran en el servicio, al Es­tado en magistraturas muy altas; a la Iglesia, a los Ejércitos, a la Universidad. El campo de cereal y viñedo; las artesanías de los molinos harineros; los telares; el comercio comarcal; los servicios, etc., han dado vida a PAMPLIEGA, como el Arlanzón ha dado savia a sus terruños. La tradición y la conciencia de su pasado han ayudado a los vecinos a labrar su presente y ­su futuro.

 Ante la abundancia de substancias vitales de este pue­blo, resulta difícil elegir las piezas y figuras para su arme­ría. En mi opinión pueda ser ésta: Mantelado: Sobre azur, puente de plata, cargado de torre de oro, mazonados de sa­ble, A la diestra, sobre gules, espiga, espada y racimo de uvas de oro y puestos en faja. A la siniestra, sobre gules, columna dórica de oro con capitel, surmontada de tres estrellas de oro, de seis puntas.

 Resaltarían así la Geografía y la Historia de PAMPLIEGA en el Arlanzón, el puente y la torre, La espada de Wamba guardando la paz del pan y del vino; y el Arte magnífico de PAMPLIEGA en la columna clásica y en las tres estrellas los pue­blos anejados a la Villa.